cuya respuesta nadie sabe
Luis Cernuda
pertenezco
a una raza de mujeres
que se destruyen
a medianoche
insinúan perfiles
voces rasgadas
son ellas
las que poseen
el triste prestigio
de abandonarse
a la caída
ellas
las que saben
de tiempos
que no necesitan
nombrarse
agotarse
olvidarse
con tantas raíces
llamándome
desde tu cuerpo
sigo intacta
esperando
el desafío
digo de mí
tráfico de grietas
incendio merecido
teniéndome cerca
de espaldas a mi nombre
interrumpida tantas veces
por desconocidos
sin misión
con restos de agua en las manos
y esos locos
ese imperio tras de mí
esos que fuimos
imagen reventada
en la orilla
pasillo
que no conduce
que arranca
rota
en los comienzo
sin tierra
sin nadie que me siga
con la única puerta
atravesada
en la piel
de todos modos
era necesario
crecer sin encontrarnos
pedir a los cielos
otra tierra
pronunciarme
otra manera
de ir por lo bajo
siempre recogiendo
agua ajena
duelen
tus bestias
invadidas
repletas de mí
sin río
sin casa
ni patio
para esperarte
hay un tiempo
de esperas
y calles altas
un hombre
un ángel
un sueño
que escribo
desde siempre
en la madera
del deseo
en los últimos rincones
de lo que
no puedo decir
hay una mujer
destinada a la sombra
que como yo
repite sus rostros
en las grietas
de una calle sin nombre
resistimos
a la mentira
de hacernos las buenas
las del árbol solo
colgamos el miedo y las ganas
y cuando nadie pregunta
cuando nos dejan sostener
raíces en los ojos
iniciamos el regreso
permitimos a extraños
adivinar lo que nos detiene
a esto
le llaman fugarse
pero
—insisto—
lo que duele
lo que asusta
no es la herida cerrada en la mesa
ni el vientre asombrado de una virgen
hablo de mecerse
y dejar caer el deseo
arrojarse uno
con todo y cuerpo
con la lengua recorriendo
un país de sexos inválidos
sin admitir apodos
asuntos indebidos
sin aferrarse
a esos muros sostenidos en la carne
a fuerza de ciudad