viernes

VÍSPERA (200)


Miro la cámara.
Mi sonrisa se hace de sal. Una sal
donde estoy de pie.
Raymond Carver 


me he vuelto ceremoniosa
han dejado de interesarme los ruidos
el silencio de los demás

prefiero una copa dando vueltas por mi casa
desayunar sin asuntos pendientes
regodearme en eso de ser absolutamente solitaria
absolutamente vieja después de todo

aunque no tenga andares suficientes

quizás en otro lado
el ánimo se recupere

por lo pronto
no aspiro a más rutina
que mi cama deshecha y vuelta a armar
una cierta efusividad que conduzca a ventanales cerrados
al bocado de sal que me hostiga
a mis dientes suplicando cepillo
al cabo de muchos días
muchos encierros
demasiadas ceremonias



si quedara un hombre
uno sólo para después
y la eternidad

corregido en su mínima condición
desechado

si quedase para más nunca
postergado al tropiezo
la triza infinita

si existiese y nos viéramos
y me explicara el secreto que lo mantiene solo
alumbrado y solo
pleno de encierros

si existiese
y pudiese irme lejos
no desear
arrimarme única
sola sin palabras

A Miguel Angel Campos



he sido incierta
pecaminosa
he dado pie a discordias que desencajan

temo terriblemente
poseer cincuenta y cuatro años
completar apenas
la mitad de los saltos
que me han sido asignados
ser famosa
incluso venerable

pero no haber tropezado
sino unas cuantas hemorragias matutinas
no llegar
nunca llegar
cumplir treinta
cincuenta
tal vez setenta años

ser horrendo simulacro



en la víspera de cualquier acontecimiento importante
salvo la furia y mis desiertos

defiendo a dentelladas el permiso de escapar
por si me aburre la falta
el periplo enmendado con que muchos pronuncian
sus recovecos

insisto en mis aplausos
la tardanza que recoge migas

síntomas de una erupción esperada

vuelvo al calor
me maquillo de negro
uso sandalias y mastico en el cine

se me antoja irme seca
desmembrada

vestirme de roca o macho



bastaba cerrar el puño
desdecir el goce

todo venía
todo era palabra

ahora extraño
aquella fragilidad
mis contenidas maneras
de apresurarme
y padecer



hay algo de venganza
en el clima de mi cuerpo
un hábito tribal e innecesario

cierro la vista
comienza el regodeo
nada extraigo nada vale la pena

la pereza me viaja
no quiero salir a buscarme
en el salitre de una frontera

me seduce
la definitiva austeridad de mi habitación
los murciélagos que rajan la bañera
esa marejada cálida de las tres de la tarde

pero la delicadeza va siendo
una posibilidad despreciable
prefiero verme aguerrida
desencajada
ducha en el desprecio



el rigor de perderse
la huida justa
decir cuándo
la piedad es ósea

decir un poco más allá con el rato amaestrado
desenvuelto pero solo

tener el valor de mirar por la única ventana
que da hacia el sur
y temblar para que la sangre
nos calce a todos
para el luto posible

entonces sí
sostener demoras

caerse a malhumoradas palabras
ser reja
menguada pertenencia



caminar por un río
ser ese río

atravesar
el mismo rostro

ser medianamente cuerdo
soportable

al menos de noche
en silencio