domingo

DÍA DEL PERDON (2011)


El que no ayune ese día
será exterminado de entre su pueblo
Levítico 23;29

Amar a los demás es tan vasto
que incluye incluso perdón para mí misma,
con lo que sobra.
Clarice Lispector

(Víspera de Yom Kipur)

Lloverá como no debe llover a esta hora,

cuando tantos caminan de regreso a casa.

Es la solemne víspera de Yom Kipur,
Día del perdón,
de hundir el desarraigo, la amargura.

¿Castigo?
¿Uno más?

Pienso en ortodoxos
deslizándose por avenidas empozadas.
Ellos y sus bellas esposas.
Ellos y sus docenas de niños
con rizos sobre las orejas,
sin pestañear,
entre los barrotes del chubasco.

Pienso también
en quienes van al templo en automóvil.
Limpiarán lo empañado
con enojo y vestidos de estreno.

Siempre se estrena en Yom Kipur.
Para que nadie hable.
Para que hablen bien.
Para que Dios no se acerque demasiado.


(De inmediato)

También yo estrené alguna vez faldas de tafetán
y me contorsioné entre tías rezanderas.

Fui en mullida carroza
a rogar imposibles.

Padecí la brutal conmoción de los prejuicios.


(Después)

No debió llover.
No así.

Es como si el ayuno comenzara en la piel
y el agua estuviese curtida de culpas.


(Luego)

Hay una mujer encerrada en su habitación,
de espíritu agrio,
párpados pegados a la ventana.

Diestra en mirar lejos,
se esfuerza en ver hacia adentro
—la fecha obliga—.
Nunca halló el ser interior
del que hablan los manuales.

Soporta,
persigue un atajo que salve.
Rezará en una lengua que no sabe ni la abraza.
Irá hasta el asco y el dolor.
Todo, con tal de arrojarse lejos de sí.


(Más tarde)

Llueve aún.

Pienso en quienes
aceptan abismarse el pecho.
Pecadores ambidiestros,
se reconcilian con cierta fragilidad.


(Mientras)

Mis culpas son otras.
No me persiguen,
adosadas a la inclemencia
de otras lluvias,
otras plegarias,
otro destierro.

Quizá debas perdonarme, Señor.


(Yom Kipurm 7:00 am)

Un solazo inmóvil fisura el ánimo.

Muchos caminan hacia el templo.
Sus vísceras comienzan a entonar
una sobrecogedora humildad
que sólo hallará consuelo con la primera estrella.


(Luego, apenas desayuno)

Soy sacrílega,
de vano resbalar.

No ayuno,
no ruego,
no pongo en jaque mi esperanza,
me maquillo con arena.

Escribo mi nombre en un libro profano,
mi epitafio en efímeros paisajes de provincia.

Mi signo está al revés,
por eso tiemblo y desconozco las herencias
que me han sido propinadas para sobrevivir.


(A media mañana)

Debería orar junto a los demás.

Malgasto la siesta
poniéndome a tono con las pesadillas.

Parece que la ciudad
conociera la duermevela de Yom Kipur.
Los autos andan más lentos.
La gente se abstiene de atrocidades.

Un gimoteo
se cuece en el vaho de los muros.

¿Escucha Dios el fervor de nuestras ambiciones?
¿Sabe cuán obstinados somos?
¿Escucha el arrepentimiento
de quienes pasamos la tarde en una cama,
dosificando el desamparo?

Dios atiende mis súplicas.
Nunca me dejó sola.
Lo sé, porque tengo un hijo con ojos de albahaca,
porque respiro sin dificultad,
porque el hombre que amo besa mi frente a medianoche.


(1:00 pm)

He lavado mis dientes,
he bañado mi cuerpo con miel.

Hago lo prohibido.

Soy de ofrendas dichosas.


(1:35 pm)

De haber cumplido
con los sagrados preceptos de este día,
no estaría escribiendo.

Me retracto.
He huido tantas veces.

Ardua es la fidelidad a la memoria.

Quedan intemperies.
Alguna vez iré tras ellas.


(4:00 pm)

Nada que decir.
Las cuentas pendientes
las desabrigo en soledad.


(6:15 pm. Oscuro ya)

¿Será bueno y dulce mi año?
¿Habré despreciado un perdón?
¿Y si me hundo, me arrepiento?

Absuélveme, Dios,
por intransigir en la orilla.


(7:00 pm)

Ahora mismo apagaré la luz.
Intentaré un balance de mi alma.

En silencio me escucho.
En la osadía me desnombro.

Confieso que he padecido
alientos perversos.


(Casi al final)

No quedará tiempo,
habré fermentado.

Temo despertar
con una escafandra de alas rotas,
que un destino de islas me acaricie los hombros,
que un día pregunte por mí y sólo halle desacuerdos.


(Tarde. Otro año será)

Ato cabos,
veo que soy feliz.

¿Feliz?
—astuta palabra—.

No puedo quejarme, se ha dicho.
¿Y tú, Dios, te quejas de mí?