viernes

LA SALUD (2002)


Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos
Marguerite Yourcecnar 

la familia espera en la cuerda floja
en el vientre acicalado
de una sala de emergencias

espera una retahíla quejumbrosa
para luego desarmarse

tantos días fraguando el dolor
el terco dolor

y el enfermo que no muere
ni mejora
ni desespera



el moribundo nos convoca
para recapitular su vida

forzado como está
a respirarse a sí mismo hasta el fin
su confesión es de segunda mano
carece de voluntad
para ocultar ciertas lealtades

en la vastedad del adiós
la verdad es siempre un escándalo



si el paciente emana de su encierro
sabrá que hay enfermeras de piernas largas
que el verano arreció con las quemaduras limpias
que aún es sensato buscar un trago
y pensar en grotescas ceremonias

si sale
si vuelve
si quiere
habremos de animarlo

caerá del cielo
más silencioso
quizá torpe
relleno de habladurías

ojalá pueda
al menos
contemplar las robustas confusiones
el mundo en llamas
que guardamos para su resurrección



llega el momento de la tremenda tristeza

aún en la trastienda
pueden emitirse densos ronquidos

nada importa

da lo mismo hacer el amor con el médico
beber soluciones salinas
resollar en el pecho del agobiado

pareciera que un remolino
te parte la cabeza
y al regresar a la parafernalia familiar
has cambiado para siempre

el mundo puede ser otro
con sólo silbar una sonata

y por encima de eso
—como si la risa no fuese a veces excremento—
sigue habiendo un aire humillante
que destila consuelo



héroe de espléndidas torturas
el agonizante apuntala su fuerza
con turbios brebajes
desanda el solsticio de su embriaguez
para sobornar al extraño

lo visitan primos
lo visitan secretarias

lo visita un cura
un rabino
una puta

a todos responde
desde un angosto arenal
jubiloso e imperfecto

yacer lejos del edén
hace fácil toda languidez
la mueca
la arrogancia



el corazón del paciente
bombea con parsimonia

el nuestro sucumbe a las arritmias
del solazo estival
el tránsito del viernes
las palabras cometidas



si queda alma
la salud será paraíso transitorio

un día más
la carne soporta

y un día basta
para que claudique



la familia espera en la cuerda floja
más unida que nunca
más podrida que antes

su memoria será la del mal

en sus fiestas habrá salitre
un cierto recuerdo
permitido en voz baja
como quien se arrepiente



cuánto estimamos ahora al menguado

reconocemos sus fortalezas
justo en aquello que nunca fue

era bueno
caritativo
honorable
—añadimos haciendo uso de una cronología bochornosa

la trivialidad del momento desanima

todo sentimentalismo se hace repugnante
como lo fuese poco antes la esperanza
como lo será luego la nostalgia



acabaremos de bruces
en cualquier inolvidable furor
con el follaje
conjugado en un pretérito
de mínimas osadías

¿quién habrá de devolvernos
los días negados?

¿cómo zafarnos
del arduo exilio?



la familia espera en la cuerda floja
el veredicto hematológico
la anchura respiratoria
el conteo de las esperanzas



la enfermedad
es el impúdico hallazgo
de quienes temen
a las vacaciones
la contorsión de trajinados días
la brisa dulzona
al escozor merecido

a la perfección



no siempre los hospitales
son cautiverio de bestias amordazadas
reino de pérfidos socorristas

para muchos se trata de un remanso
donde acumular quebraduras



los quirófanos son un sermón
en ese paisaje malogrado
que abarca el padecimiento

se entra con el mismo cuerpo horizontal
que atrinca la muerte

se sale
con los ojos virados
sobre algún amparo
alguna pequeña verdad
que renueva el estremecimiento

el camino
entre la familia y el viscoso recinto
es una medianoche lentísima
un atisbo de terquedad
un lujo que conspira



la sangre se alimenta
de malos agüeros

es río de sal
cielo terroso
palabra que forcejea
con la inútil constancia de los amaneceres

si tan sólo conociera el débil
la bitácora que lo enrumba
los riscos que lo castigan

si tan sólo odiara



huir
ya ni siquiera apacigua al moribundo

alguna vez quiso creer en dragones
cíclopes que se acorralarían en mudez

pero sabe que no hay absurdos
lenguas despobladas

de cuántos goces aletargados
habrá de arrepentirse
ahora que su lecho
despilfarra quejidos

ahora que comprende
lo excesivo de sus asombros



la familia resiste en la cuerda floja

no ya en la duda
ni en la variación del miedo

no en la lágrima
ni en el temblor
de los hombros hundidos

su tibieza ha alcanzado el pudor
el hermoso rostro
de quienes claudican
para luego reconfortarse en olvido

nunca fue en vano la espera

el regreso a casa arderá en la frente
pero será leve